Eran otros tiempos donde la garra de estas mujeres no se veía impedida por raquetas de madera que se astillaban en el dedo; séquito de poderosas, comandadas por la sabia anciana -que en caso de perder la partida, no dudaría en romper las gruesas redes contra sus abultados moños.
Eran días en los que el deporte era algo genuino, y del que seguro hubiera prestado mayor atención.
¡Mamá, de mayor quiero ser raquetista profesional!
En ciertos aspectos no hay que dudar en ser un ortodoxo. Grandes entradas, gran blog!
ResponderEliminar