David Byrne me pone enfermo de vez en cuando, principalmente por ese histrionismo salido de madre que aplica a sus obras - a excepción de otras que son una pasada, como la colaboración con Eno en "My Life in the Bush of Ghosts-, con un resultado insufrible. El primer disco en solitario del señor Byrne es un encargo para el espectáculo de danza contemporánea, por parte de la artista Twyla Tharp.
Catherine Wheel experimenta y rompe con todas las formas de representar una función: coreografías enseñadas por algún tipo con síndrome de tourette, repletas de movimientos agitados y nerviosos que se enredan con el público.
El show ha merecido la pena y es digno de una larga ovación.